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Magdalena repugnante

Raquel Calonge, dramaturga y directora junto a Sebastián Moreno Sambruno y David Utrilla forman la compañía `La Casquería Teatro.

Un mirada sobre el texto Magdalena repugnante Raquel Calonge.

 

Reseña de Tomas Afán.

  • Arranca la trama de esta obra presentándonos a un curioso personaje, una magdalena humanoide, que ha sido repudiada con reiteración por su carácter particular,  y que es objeto de una nueva revisión por parte de los operarios del control de calidad de la factoría en la que ha sido horneada. 

Nuestra protagonista, sin embargo se rebela ante la dictadura de los términos especializados capaces de arruinar vidas con un poco de saliva y de aire:

MAGDALENA: Nombran sus cosas como si fueran únicas, totémicas… Es importante decir las cosas bien, las palabras son importantes. Deberían tratarse con cuidado. Hay palabras más peligrosas que pistolas. No lo digo yo, es una metáfora muy extendida. Facilona, incluso. Deberían extenderse licencias de palabras, como se extienden  licencias de armas ¿no cree? No cualquiera debería tener acceso a cualquier palabra… Licencia para palabrar.

PCC: No se puede poner esa clase de límites. Las palabras están ahí y cualquiera puede utilizarlas.

MAGDALENA: Cualquiera… las mismas palabras no son escuchadas en boca de cualquiera

PCC: Explíquese

MAGDALENA: Usted escribe ahí: calidad deficiente, irrecuperable, proceso finalizado y son palabras cargadas, peligrosas. Esas mismas palabras, dichas por mí, no tienen peso, no hay gravedad. Es como si hubiera robado una pistola, pero sin munición.

 

La persona responsable del control de calidad se afana en detectar el fallo del sistema de producción que ha provocado el desajuste, y en la segunda parte la rebelde pieza de bollería, por constituir un modelo de producción fallida y por su posible carácter contaminante, va a ser objeto de una serie de pruebas de laboratorio en el “Programa Piloto Desde Dentro”.  Y es sometida a una intervención, pero la reparación es meramente cosmética, la herida interna continúa intacta.

 

MAGDALENA.  “Mi idiosincraia es de la tara.  Mi esencia es del error.  El error como escudo.  El desperdicio como estirpe”

 

Nuestro personaje reivindica su carácter, su diferencia, su imperfección, en un entorno que penaliza y detesta lo deforme.

 

En cualquier caso el sistema de producción está decidido a engullirla de un modo u otro.  Como no es posible recuperar su carácter de producto apetitoso, la Persona de Control de Calidad insiste en obtener la colaboración de MAGDALENA, de doblegar su rebeldía fagocitándola como ente colaborador, sin embargo ella se empeñará en llevar sus características y su  personalidad  hasta las últimas consecuencias.

 

Generando un universo en la que lo surreal, lo absurdo y lo onírico tienen cabida en un ámbito realista (un sistema de producción alimentaria), esta valiosa obra narra la historia de un ser que debería ser doblegado por los  engranajes del sistema y que sin embargo se resiste a capitular.  La crueldad de nuestra mentalidad utilitarista está patente en todos los ámbitos, también en las dimensiones más personales de las relaciones humanas.  Algunas de nuestras convenciones son puestas de relieve y sus trampas son diseccionadas desde la mirada de la lúcida protagonista.

 

Todo está en entredicho y nuestro personaje (MAGDALENA), desde su actitud aparentemente provocadora, está evidenciando su desamparo.

 

La religión, el arte, la competitividad, el amor, el sexo como reclamo, la maternidad y en definitiva la voracidad de una sociedad de consumo que se fagocita a sí misma son objeto de análisis.  Encontramos en la obra a productores, productos y consumidores generando necesidades ficticias formando simbiosis en una espiral de autoengaño. 

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