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Pacha Mami no hay más que una

Désirée Ortega Cerpa es autora de teatro en un amplio sentido del término puesto que se ha dedicado tanto a la investigación y la crítica en artes escénicas como a la creación de piezas dramáticas. En su trayectoria, además, ha combinado la teoría y la práctica teatral, ya que se inició como actriz en el Aula de Teatro de la Universidad de Cádiz en 1984, para luego integrarse en el grupo Albanta, donde ha participado en diversos montajes.

Esta compañía ha recibido varios galardones, como el Premio Nacional Teatro Joven 1989 o el homenaje por parte del Ayuntamiento de Cádiz en el Día de la Mujer Trabajadora en 2006

Un mirada sobre el texto de la dramaturga Désirée Ortega Cerpa.

 

Reseña de Miguel F. Gil Palacios

 

La Pachamama es la divinidad de la cultura inca que corresponde a la Naturaleza, la Madre Tierra. Sirviéndose de este personaje mitológico, en Pacha Mami no hay más que una, Désirée Ortega Cerpa teje un diálogo entre la Naturaleza y el ser humano en el que se exponen algunos de los gravísimos problemas que amenazan hoy en día a la humanidad como consecuencia de su maltrato al medio ambiente: la contaminación de los acuíferos, de los ríos y los mares a causa de los cultivos y la ganadería intensivos y del consumo descontrolado de plásticos, la contaminación del aire por culpa del uso masivo de energías fósiles y de la mutilación de los pulmones verdes, el efecto invernadero…

A pesar de girar en torno a un tema tan preocupante Pacha Mami no hay más que una es un texto dramático ágil, desenfadado, en el que predomina el humor. De hecho, la estrategia compositiva de Désiré Ortega Cerpa parte de la concepción universal del ser humano como hijo de la Madre Tierra y, situando lo universal en lo cotidiano, describe un momento en el que Pacha Mami —la Naturaleza, la madre— y Umanito —el ser humano, su hijo, todos nosotros—, conversan justo después de que este último haya sido sacado de una pesadilla por su madre.

Coherentemente con este planteamiento, el tono de la obra es cercano, en los diálogos predomina el registro coloquial y los personajes son tan parecidos a nosotros que podrían vivir en la puerta de al lado.

Sobre estas premisas, la comprensión de la madre y sus reproches, la defensa del hijo, sus intentos de justificarse y el ridículo al que es sometido como consecuencia de sus actos, ridículo que funciona de forma especular y nos devuelve nuestra propia imagen, no la individual de cada uno, sino la colectiva, porque el objeto de mofa de esta obra es la especie humana.

Tal y como es habitual en los géneros cómicos desde hace más de veinticinco siglos, el ridículo del personaje se proyecta sobre los espectadores para hacerlos conscientes de sus defectos; en este caso, de nuestro tremendo egoísmo que, impulsado por la ambición que nos ha inculcado el sistema y armado hasta los dientes con el desarrollo tecnológico, está defenestrando el planeta. Ridículo tremendo, trágico, pues, si no les ponemos freno, nuestras acciones contra el medio ambiente conducirán a nuestra propia extinción. No se puede ser más tonto.

Y ahí estriba el compromiso de Pacha Mami no hay más que una, en recordarnos la situación a la que hemos llegado por nuestra inconsciencia ecológica, en repetirnos —porque ya nos lo han dicho, pero parece que nos da igual— a nosotros, lectores y público, que de forma consciente o inconsciente podemos ser cómplices del calentamiento global, el cambio climático, el efecto invernadero…, en empujarnos a reflexionar sobre lo que eso dice de nosotros como especie; y todo con el objetivo de activarnos, de impulsarnos a que nos rebelemos contra la tendencia dominante impuesta desde el mercado y tengamos la lucidez suficiente para activar los medios necesarios para salvar el planeta y, por extensión, a nosotros mismos. A ver si echamos cabeza y ponemos un poquito de nuestra parte para seguir existiendo.

Pacha Mami no hay más que una, de Désiré Ortega Cerpa, una obra fresca, divertida, comprometida y, en definitiva, necesaria.

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