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Los tres poemas de Amatallah Mohtaaat

Miguel Palacios, Doctor en Ciencias de la Comunicación por la Universidad De Málaga, estudió también Filosofía y Letras y Dirección Escénica.

Su actividad teatral comenzó en 1997 con la creación de Teatro Vacío, activo hasta 2002. En 1999 se trasladó a al norte de Francia en donde permaneció hasta 2009. Allí fundó en 2003 Théâtre Zéro, laboratorio que se centró en la metodología de Jerzy Grotowski.

En 2009 regresó a Málaga, en donde fundó Teatro de los Orígenes Laboratorio y Teatro Línea 6. Ha escrito una veintena de obras escénicas y varios guiones cinematográficos.

En la actualidad está dedicado por completo a la escritura.

Un mirada sobre el texto Los tres poemas de Amatallah Mohtaaat de Miguel Palacios.

 

Reseña de Desirée Ortega

 

El texto de Miguel Palacios se puede enmarcar dentro del drama político, de denuncia social, incluso de teatro de urgencia o teatro documenta, puesto que la trama se sitúa en Kabul y está muy relacionada con los acontecimientos de la historia contemporánea así como más reciente, del país afgano. En principio, además, la obra está dedicada a Tara Fares, modelo iraquí asesinada en 2018, simplemente por decidir su propio destino y hace referencia a otras mujeres asesinadas por el mismo motivo, como Farjunda Malizada, brutalmente linchada en Kabul en 2015, y que fue falsamente acusada de haber quemado un ejemplar del Corán. La protagonista de la obra, la adolescente Amat, igualmente, sufre la persecución y la represión por el tono de sus poemas publicados en Internet. Ella, su padre Emad, médico, y su abuela, constituyen el eje central de la trama y, de algún modo, representan las tres edades del ser humano enfrentados al eterno conflicto entre el ejercicio de la libertad individual frente a las normas que impone la comunidad donde vive. La joven ostenta la bandera de la coherencia y la claridad ante lo que siente y cree que es justo, mientras que los otros se debaten en un mar de contradicciones: por un lado, el padre, de mediana edad, que ha educado a su hija en libertad, se ve obligado a reprimirla si quiere que sobreviva, tanto ella como el resto de su familia. La abuela, anciana, representa el curioso rol ejercido por las mujeres a lo largo de la historia como principales transmisoras y defensoras de una tradición que las esclaviza a ellas mismas. El trío protagonista se ve completado por Mansur, amigo de Emad y un pastor, personajes ambos que, sobre todo, ayudan a avanzar la trama. Todos ellos, junto con el diálogo, sencillo, cercano y familiar, nos recrean la presencia de otros personajes y situaciones que construyen todo el universo en donde se mueven los personajes, con lo que el autor hace gala de una gran economía de medios.

La estructura de la obra se organiza en trece postales que representan tanto lugares reales o físicos, como el mundo interior de los protagonistas. Aquí el lenguaje se torna más lírico, reforzado con la presencia de los tres poemas de rima libre con tres temáticas diferentes que sirven como preludio de los diferentes acontecimientos: erótico el primero, reivindicativo, el segundo y finalmente, esperanzador, aunque melancólico, el tercero. En dos momentos de la obra, se recurre a la técnica del distanciamiento para romper la ilusión dramática. Los intérpretes reflexionan sobre sus propios personajes y la obra sobre la que están representando, para llevar a los espectadores al diálogo, la observación y la deliberación. En el primero de esos momentos de ruptura se introduce una importante referencia intertextual en torno a la novela y luego, serie de televisión, El cuento de la criada. Esta no es casual, puesto que la obra de Margaret Atwood, escrita en la década de los ochenta del siglo XX, pero más conocida en la actualidad por su versión televisiva, ayudó a muchas personas a comprender realmente lo que sucede cuando toma el poder una fuerza política ultraconservadora y teocrática, cuyos fundamentos se basan en la interpretación estricta de un texto religioso escrito siglos antes. De hecho, desde Occidente, a partir de la revolución islámica de 1979 en Irán, se habían observado estos fenómenos como un acontecimiento lejano, sin ahondar en las verdaderas consecuencias para la vida, no sólo de las mujeres. No se debe dejar de lado, por otro lado, el desconocimiento generalizado sobre la existencia de maniobras orquestales en la oscuridad, relacionadas con cuestiones de intereses geopolíticos que han impulsado estos movimientos.

Como para millones de personas, la única salida para Amat, es la huida. “Que hayas nacido en Asia, lo llaman maldición geográfica”, dice la letra de uno de las canciones de la película Un blues para Teherán (2020). No obstante, tampoco el exilio constituye la solución, puesto que Occidente, igualmente, impone sus burkas invisibles o pervierte la libertad, convirtiéndola en formas diversas de explotación. Pero el teatro no está para dar respuestas, sino para provocar preguntas, como espejo cuyo reflejo nos muestre el verdadero rostro de nuestra naturaleza.

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