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La Noche no duerme

Mercedes León García es Dramaturga, Directora Teatral y profesora de Interpretación en ESAEM. Nace en Málaga. Cursa los estudios de arte dramático durante los años 1978 a 1982, en la Escuela Superior de Arte Dramático de Málaga.

Un viaje sobre el texto de la dramaturga Mercedes León.

 

Reseña de Kleber Luiz Bosque

 

Un texto brutal que nos atrapa con sus diálogos picados, ágiles, provocadores, donde la violencia y la sensualidad son casi viscerales. En la presentación del texto nos deparamos con un hombre de pies y manos atados, sentado en una silla e intentado escapar. Una acción frenética, en la cual la tensión y el suspense pueden llegar a un grado casi explosivo.

La presencia femenina como fuerza dominadora y el olor embriagador del café atrapa al lector/espectador.

Un hombre y una mujer en escena creando un verdadero juego de situaciones donde el erotismo, el miedo, el absurdo, el suspense, la crueldad y una potente presencia de humor negro dejan al descubierto sus luces y sombras.

En las primeras páginas aparece la figura de una mujer casi soberana con tintes de manipuladora, en un juego psicológico como forma disfuncional de buscar satisfacer su necesidad de atención, reconocimiento y afecto, aunque sea de una manera negativa; mientras, la figura masculina está exhausta y en situación de vulnerabilidad. El texto sigue conduciéndonos a una atmosfera de inquietudes y muchas preguntas.

 

¿Quién es esa mujer tan segura y que en algunos momentos parece vivir sus delirios y sarcasmos?... ¿En qué lugar ocurren estas escenas?... ¿Este hombre representa algo importante para esa mujer?

¿Ella es él?... ¿Él es ella?... ¿Son pareja?... ¿Son amantes o son verdaderos desconocidos? ¿Una cita de Tinder?

Un hombre y una mujer en un duelo, donde una herida en la muñeca para uno es una bellísima pulsera y para otro es una herida que duele y sangra. ¿Dos personajes, una pareja de personalidades psicológicas límite?

¿Son dos protagonistas satisfaciendo sus deseos, pero totalmente frustrados?

 

La noche no duerme es un laberinto de emociones, una dinámica de confesiones, insinuaciones, insultos, juicios y castigos. La obra nos propicia ser observadores de la realidad de dos personas que comparten el mismo espacio, en una especie de laboratorio. El texto nos presenta unos diálogos afinados y ágiles, a veces frenéticos, invitando al actor - intérprete a volver a la esencia de la teatralidad, del placer de estar en escena,  de tener el control del espacio escénico, de la locura, del absurdo y jugar  sin miedo en ese espacio.

En algunas escenas La noche no duerme  nos provoca la sensación de que los dos desconocidos asumen el alter ego, uno del otro. Una mujer como el yo de un hombre con sus contradicciones, violencia y miedo y un hombre como el yo de una mujer inmersa en su locura, miedo, contradicciones, crueldad y erotismo.

El diálogo de los dos personajes consigue expresar la violencia verbal en diferentes grados hasta llegar al ápice desbordando acciones descarnadas y salvajes. La imagen de  violencia física algunas veces se mezcla con la imagen del sexo de manera potencializada, presentando una acción de dominante y dominado.

Seguramente el montaje del texto debe de ganar un potencial importante, dada su propia grandiosidad.

 

“La crueldad consiste en descuajar por la sangre y hasta la sangre de dios, a la contingencia animal de la inconsciente bestialidad humana en todos y cualquier sitio donde se lo encuentre." Antonin Artaud.

La autora describe con maestría  situaciones absurdas, presenta un texto leve, además de aportar un humor impregnado de cinismo, ironía y sarcasmo.

Uno de los momentos más deliciosos del texto es cuando los dos personajes recuerdan cómo se conocieron y el primer beso; cada uno tiene y sostiene su versión del lugar, la época del año y de la situación.

El texto nos hace pensar que los dos personajes están encerrados en sus individualidades, cada uno en su burbuja, pero que necesitan soportarse. Por otro lado, los dos están embarcados en un viaje alucinante en sus contradicciones.

 

La obra puede conducir al espectador a un lugar de  observación y sondeo que se extiende por el camino de la periferia de la comprensión humana.

Dos protagonistas en un lugar hostil, en un espacio asfixiante, una conversación inflamada, con una tensión psicológica y sexual que parece no tener límites.

Las pocas situaciones de harmonía alcanzadas por la “pareja” se transforman en aburrimiento, en hastío, para, en seguida, volver al ring.

La noche no duerme da título a una obra donde los dos protagonistas parecen desconocer la tregua, no duermen; una pareja enfrascada en un duelo de fuerzas y dialéctica interminable. Un duelo que no se termina y una noche que no duerme, y una noche sin tiempo.

 

La autora consigue hacer del teatro, en el sentido cabal de la palabra, como arte, una función; algo tan localizado y tan preciso como la circulación de la sangre por las arterias. El desarrollo de la obra como un sueño caótico en apariencia, de imágenes y arquetipos, con un encadenamiento eficaz.

El teatro sólo podrá ser nuevamente él mismo, un medio de auténtica ilusión, cuando proporcione al espectador verdaderos precipitados de sueños, donde su gusto por el crimen, sus obsesiones eróticas, su salvajismo, sus quimeras, su sentido utópico de la vida y de las cosas y hasta su canibalismo desborden en un plano no fingido e ilusorio, sino interior.

 

El final de la obra es una gran sorpresa, conduciéndonos  al inicio de la misma, pero dando un giro inesperado.

La noche no duerme, una obra que se anima a sumergirse en el comportamiento humano y sus vínculos, que son los que finalmente los definen como seres marcados por la soledad, el miedo, la locura y la culpa.  A través del humor, la poesía y el absurdo construye de manera fantástica una historia con un recorrido y una vigencia que sinceramente impactan.

El teatro como proceso aprehende la vida en su incesante metamorfosis. Este texto se encaja en una reflexión de Fernando Arrabal, “Para mí el teatro sigue siendo una ceremonia: es un banquete sacrílego y sagrado, erótico y místico, que abarcaría todas las facetas de la vida, incluyendo la muerte, en el que el humor y la poesía, la fascinación y el pánico serían uno”.

 

En el texto “La noche no duerme” descubrimos todos estos elementos: sacrílego, sagrado, erótico, místico, humor, muerte,  pánico y poesía.

 

 

 

¡Evoé, Baco!

Kleber Luiz Bosque

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